¿Cómo no te vas a matar en el último día? El cuerpo dice muchas cosas. No puede aguantar el ritmo cardiaco que tú quisieras imponerle. Te mata. Así de fácil. ¿Por qué podemos perderle el miedo a la nieve? ¿De dónde salió el temor hacia el pavimento? Concreto. Reflejo de la luz, el atardecer, y te arden los ojos, tanto que ya no ves nada. Ahí está el miedo, autoinquisidor, no pasó nada. Vas buscando la vida como pidiéndole a la muerte que no te elija pronto. Vas rascando los sillones porque quieres que se les salga de golpe todo el relleno.
Pasa un año entero y aquí sigue el libro de origami casi intacto. Abro la ventana y no reconozco mi paisaje. Mi familia es como una fruta que cayó del árbol y siento que falta poco pa’ que se fermente. Adiós a todos. No habrá salvación.
Digo, podré escribir todo lo que yo quiera y eso se agradece, pero nunca seré buena en eso otro que los demás sí son y yo me muerdo las uñas de la ansiedad que me provoca. Trato de ponerme un marco alrededor, escrito con puras palabras bonitas, sí, que me sirvan de colchón para no sentir los putazos de las realidades que se aproximan.
No tengo y tengo, tengo.