Volvimos a Tokio el 26 de marzo, justo el día en que los árboles de sakura estaban en su mejor momento. Isa y yo fuimos al parque Ueno a ver los cerezos. Llegamos al atardecer, había una multitud de personas y muchísimas flores. Ver esto fue una experiencia sublime, definitivamente es algo que no había experimentado antes.
Aquí en Japón los samuráis se relacionaban con las flores del cerezo porque al llegar a su momento de máximo esplendor se las lleva el viento y no da tiempo de que se marchiten. Del mismo modo la vida de un samurái termina pronto y como no llega a envejecer siempre será recordado en su máximo esplendor. Desde esta perspectiva los sakuras representan la belleza de la vida y de la juventud.
Durante una semana me la viví disfrutando de los parques y de las flores. Todos los días hicimos hanami; hana es flor es japonés y mi significa ver. El hanami consiste en hacer un picnic en el parque ya sea a la hora de la comida o en la tarde. En Tokio todo el mundo está feliz durante una semana y los godínez aprovechan para tomar en los parques bajo los sakuras. En una de esas tardes conocimos a una japonesa muy buena onda que nos presentó a sus compañeros de la oficina. Puse a uno de ellos a pintar con acuarelas y se llevó su dibujo tan feliz como un niño chiquito.
En una semana todas las flores volaron de los árboles. Ahora ya tienen hojas nuevas y verdes. En estos últimos días he estado reflexionando sobre muchos temas y mi escritura es uno de ellos así que voy a empezar a escribir sobre mis ideas con un diferente tono en las próximas publicaciones.