Ayer fue nuestro último día en Halong Bay. Algo que me impresionó mucho de ese viaje y de la gente con la que íbamos fue la falta de consciencia medioambiental. Nos tocó ver cómo algunos compañeros tiraban su basura al mar y cuando Isa les llamó la atención no entendían por qué estaba mal.
El mar estaba muy contaminado. Todas las mañanas la playa amanecía llena de basura y algunos trabajadores del hostal recogían lo que podían. Me tocó ver de todo, bolsas de plástico, botellas, cervezas, cajetillas de cigarros, condones, una chancla y más. Se me hizo muy triste ver algo así en un lugar tan hermoso.
Ayer fue un día para movernos de un lado a otro. Pasamos varias horas en la carretera. Me dio tiempo de leer un poco más sobre la historia de Vietnam. Resulta ser mucho más interesante de lo que yo me hubiera imaginado, sobre todo por la diversidad etnolingüística que hay aquí y por la importancia del clima en la vida de la gente.
Luego pasamos unas horas en Hanói. Nos dio tiempo de perdernos por el mercado nocturno, probar un montón de comida y tomar cerveza. En un restaurante de la calle Santiago se emocionó y pidió miles de platos. Al final no pudimos terminarnos la comida porque fue demasiada.
Finalmente tomamos un camión nocturno para llegar a Sa Pa. El camión tiene literas y son como camitas individuales. Dormimos muy bien toda la noche aunque escuchamos ronquidos, gente que hablaba dormida y muchas alarmas en la mañana.
Ahora estamos en un nuevo hostal en las montañas. Es una casita muy humilde en un lugar precioso. Todavía es muy temprano pero ya estamos tomando el té, disfrutando de la vista en una terraza, escuchando a los pájaros que ya se despertaron y viendo la neblina salir de la cima de una montaña.